Briones continuó su relato con una anécdota diciendo “mis compañeros, con titubeos y con cierta desconfianza, me respondieron: nosotros nos rapamos sólo si primero se rapa el comandante. Con esta propuesta recorrimos las calles en busca de un peluquero, así sucedió, pero sólo encontramos un salón de belleza en el que su dueña nos dijo como primera cosa que no nos iban a cobrar por el corte, ya que la señora lo consideraba como un obsequio para mejorar esas caras largas, feas y demacradas y ver si de esa forma mejoraba nuestro semblante.”
Uno a uno pasó por las tijeras y luego por la navaja. Las cabezas iban quedando sin cabello, algunas blancas, otras coloradas, se notaba la diferencia del color de las orejas con la cabeza rapada de los pilotos FAE. Mientras iban terminando los cortes de cabello las sonrisas aparecían de repente al fijarse en las formas de las cabezas de todos.
Después de haber completado esta acción se volvieron personajes famosos y la gente reconoció como los “cabezas rapadas”, lo que les hacía gracia y al mismo tiempo les despertaba gusto. La señora que les rapó la cabeza, oriunda del sector del Cenepa, tiempo después se enteró de sus hazañas y muy gentilmente los invitó a comer ayanpacos, un platillo típico del lugar.