UN GLOBO AEROSTÁTICO QUE MARCÓ LOS CAMINOS DEL AIRE EN EL ECUADOR
Todo nace de la creatividad de los hermanos Montgolfier (franceses que en 1783 demostraron que era posible elevar al cielo un objeto más pesado que el aire), pero no es ese prototipo el que se observó en nuestro país. Ecuador –distante de lo que acontecía en otras partes del mundo por aquellos años del siglo XIX– no había conocido un globo aerostático real, salvo por algún documento que graficaba tal proeza de elevarse al cielo, realizada de la mano de intrépidos hombres que arriesgaban su vida y se enfrentaban al clima sin ninguna garantía de descender con vida, al no contar con tanta tecnología en sus aparatos, como por ejemplo, de geolocalización, altímetro, entre otros.
Según relatos de la época, no fue sino hasta el año 1842 cuando, el aeronauta José María Flores, proveniente de Nueva Granada (aunque no está confirmada su nacionalidad) fue quien se propuso realizar la demostración de sus habilidades al mando de un globo aerostático, eligiendo a la ciudad de Quito para tales hazañas.
Desde el mes de agosto de mencionado año, varios fueron los intentos por poner su globo en el cielo de la capital de los ecuatorianos, producto de ello, una serie de anécdotas se desprenden de estos acontecimientos, hasta que logró concretar su objetivo en el mes de diciembre de 1842, elevándose desde el patio del convento máximo de San Agustín, en el centro de la urbe; así lo relata el rotativo de ese entonces “Gaceta del Ecuador” que, en los años 1842 y 1843 escribió crónicas con extremo detalle de lo que los habitantes quiteños habían vivido, gracias a esta novedad de un globo aerostático en nuestro país.
Sin duda, este es el vuelo más conocido de nuestro país, pero, como el uso de los globos aerostáticos iba en auge y esparciéndose por todo el mundo, para 1870 era prácticamente, una costumbre que los circos más renombrados de aquel entonces, tuvieran entre sus integrantes, un aeronauta para sus espectáculos que contenían osadas maniobras en un globo. Es de esta manera, en la que Guayaquil tuvo el privilegio de presenciar y admirar a estos aparatos suspendidos en el aire, puesto que los mejores circos llegaban a la Perla del Pacífico para ofrecer presentaciones que incluían también grandes obras de teatro, óperas de moda, entre otros. Experiencias que quedan como legado de todo cuanto se apreció en la época.
años después, en 1908 vuelve la emoción de ver elevarse en el cielo, un globo aerostático que causó mucho furor en la población; esta vez dos ciudadanos originarios de Colombia, hombres audaces que, por separado, quisieron conquistar el cielo ecuatoriano. El parque El Ejido, de Quito y la plaza “La Merced” de la ciudad de Ibarra fueron los lugares escogidos para estas exhibiciones que pretendían continuar en Guayaquil. Dos años más tarde, una nueva hazaña la daría un niño mexicano de apenas 14 años, quien despegó inicialmente, desde la Plaza Abdón Calderón (La Victoria), ocasionando una amplia cobertura de los medios locales.
Esta es una pequeña muestra de cómo el Ecuador vislumbraba los nuevos caminos del aire, inspirados –apenas– por globos aerostáticos que daban visos de grandes proezas que marcarían una nueva página en la historia del país.
Referencias bibliográficas:
“Historia de la Aviación Ecuatoriana”, Juan Peña Herrera, 1943
“La Aviación y los Aeropuertos en Guayaquil”, Alberto Sánchez Varas, 2008